El cuarto día hice una estupidez. Mi personaje llevaba tres días vivo
y empezaba a tener miedo de que me matasen, cosa que no me gustaba. Decidí irme
a una zona PVP hasta que me matasen o matase yo a otros supervivientes y perder
el miedo, acostumbrarme a morir. Tuve la feliz idea de subirme a la torre de
control del aeropuerto, un lugar desde el que se tiene mucha visibilidad, en
ambos sentidos. Después de diez minutos, empezaron a dispararme o al menos eso
creí, porque ninguna bala me impacto. Me puse nervioso y decidí bajar de allí,
me caí y me maté. Sin duda fue una muerte bastante cómica.
Vuelta a empezar. Al poco de empezar tuve
un dueño de hachas con otro superviviente, que acabó siendo mi primera víctima
en el juego. Estuve 4 o 5 horas buscando el equipo básico para irme de caza con
un amigo y sitiar un pequeño pueblo o algo por el estilo.
El quinto día nos volvimos a encontrar por la misma zona que la
otra vez, salvo que esta fue en un servidor con poca gente y no hubo sorpresas.
Decidimos buscar en el aeropuerto y la base militar, una mira telescópica para
mi compañero, ya que es casi imprescindible y solo encontramos una rota, que
tenía muy pocos aumentos. Algo es algo, que se suele decir.
Primero nos atrincheramos en un pequeño
pueblo de paso llamado Komapowo y allí nos cansamos de esperar. En al menos una
hora no paso ni un alma. Después nos fuimos a una ciudad más grande, Chernogosh
o algo así, en donde esperamos media hora, sin suerte. Decidimos entonces
situarnos en unas montañas cercanas a la carretera que iba desde esa última
ciudad a Electro, la ciudad más usada para el PVP. Todavía no nos atrevíamos a
ir a la propia Electro, ya que estamos un poco verdes y es muy difícil de
controlar.
En la montaña estuvimos apostados entre la vegetación durante 2 o 3 horas y la verdad es que la espera se nos hizo bastante amena. La tensión que te transmite el juego al poder morir definitivamente en cualquier momento, hace que siempre sea entretenido, incluso cuando no estás haciendo nada y esos momentos en los que das un paso cada diez minutos por temor a ser descubierto no tienen precio. Cuanto más tiempo llevábamos, más fuerte era nuestra paranoia y nuestro miedo a que subiesen la colina por la ladera norte y nos matasen, por lo que mi compañero subió prácticamente a la cima, desde donde tenía una visibilidad de la zona Oeste espectacular mientras yo cubría la zona Este.
Para resumir, durante ese tiempo pasaron
dos supervivientes. El primero fue espantado cuando mi compañero disparo sin
querer al aire, pulsando con la muñeca del teclado el ratón táctil del portátil;
y el segundo, esperamos a que estuviese un poco más a tiro y le comencé a
disparar. La verdad es que creo que estábamos demasiado lejos. Fallé cada uno
de los disparos y ni siquiera sé si estaba dentro de la distancia máxima a la
que llegaban las balas de mi arma. El superviviente huyó hacia la costa, muy
lejos de donde estábamos nosotros y volviendo en la dirección por donde había
venido. Bajamos la montaña y fuimos en su busca sin éxito.
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